Solía
pertenecer a aquellos que nunca llevaban nada encima si no les hacían un
análisis de sangre, pero aquella vez la policía no atendía a razones. Regresaba
del Raval con aquel prometedor número de teléfono anotado en la servilleta, que
perdió en la paliza callejera. Se había revuelto intentando recuperarlo del
suelo, ya que los ladridos homófobos sepultaban cualquier otro intento de
comunicación –siquiera hubiera sido para reivindicar su heterosexualidad- pero
lo llamaron atentado contra la autoridad quienes por toda identificación
mostraban placas dentales, o directamente las pulverizaban.
No hay comentarios:
Publicar un comentario