-Impugno
toda mi vida, incluida la que no viviré: creo que es la mejor decisión que cabe
tomar a cada momento -replicó el condenado- ¿Y ustedes…?
Las miradas
del ansioso público evitaron encontrase con ninguna otra, como en ese raro
armisticio que alcanzan a veces ocho reinas en un tablero de ajedrez, antes de
que revolotearan las chispas en sus cabezas.
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