sábado, 27 de julio de 2013

Humanos



Podríamos estar camino de superar la prehistoria humana, a menos que andemos acelerando hacia el final de tanta historia para nada.
Cada cual asume sus apuestas racionales.
En realidad ninguna de las dos significaría demasiado en un universo en que proliferara la vida, incluso las civilizaciones inteligentes avanzadas que hubieran superado este primer trago amargo de la autodestrucción planetaria. Por probabilidades la vida proseguiría su curso en cualquier caso, mientras quede alguien en nuestra tumba para recitar como exorcismo ese trillado salmo.
Pero ay si cargamos sobre nuestras espaldas la responsabilidad exclusiva de emociones, ideas y actos en el universo, fruto de una irrepetible casualidad cósmica.
En ese caso da más apuro metafísico que las luchas tribales o clánicas de poder eclipsen a todas luces nuestra conciencia de especie y comprometan nuestra supervivencia, pasando por encima tanto de las prescripciones científicas como del humanismo revolucionario, sea laico o de inspiración religiosa.
Unos lo declaran resultado de no desanimalizarnos todavía lo suficiente, nuestro torcido renglón camino del alma pura. Otros arguyen que de traicionar nuestros orígenes animales nos hemos vuelto unos desalmados.
El mensaje arrojado a la velocidad de la luz dentro de una botella combinaba el canon áureo de las formas humanas o las ecuaciones relativistas con un puñado de genocidios de muestra: era la manera más juiciosa de acercarse a una eternidad a tan solo millones de años vista.



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