Un avión
cargado de gente mundialmente reconocida haciendo de escudo humano de Winston
Smith, al que hay que proteger de las
redes del imperio en red en su
atribulado viaje en avión como refugiado político a duras penas. Entretanto los
drones del Gran Hermano nunca cejan en rastrear hasta el último rincón de
nuestras mentes. Suerte que no le pilló adormilado y logró detectarlo antes de
que soltara su carga tóxica en alguna región sensible de su hipocampo: lo
atrapó con unas minúsculas pinzas de laboratorio y según lo extraía de aquel
ánimo incendiario matutino lo arrojó a la taza de café, donde gorgoteó un momento
antes de ahogar su insidioso zumbido.
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