El mítico tiempo
en que confluían candilejas y luces de bohemia, prosperaban los tugurios de humo,
jazz y misterio, mientras que las redadas perturbaban la perturbada noche allá afuera
con asiduidad de perversión fiel. Philip K. Dick logra retenernos esta segunda
parte del asunto en su novela futurista, pero al tiempo desovilla ese relato lleno
de trampas de quien se salió voluntariamente de la trampa general, como hizo la mayoría,
para luego venirnos a alertar de la supergravedad de agujero negro, inexorable e irresistible, de la sustancia
M hacia la degradación cerebral, en un conspicuo argumento
de pendiente resbaladiza.
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